jueves, 12 de junio de 2008

El gigante mecánico

Coloso estaba parado justo a la salida del oscuro túnel. Los enfrentamientos habían sido arduos y sus mecanismos comenzaban a responderle más lentos. Gritos y explosiones de batallas sonaban no muy lejos de ahí. Sentía como su ímpetu de lucha impregnaba sus engranajes y conexiones. Pensaba que era el sentimiento más parecido a “emoción” que un robot podría sentir. Deseaba ir a ahí a patear unos traseros antes de que terminara su tiempo así que su ordenador interno hizo una rápida evaluación del sistema:

** Visión 100% - Armadura 60% - Movilidad de extremidades mecánicas 80% - Capacidad de batería 50% - Sistema operativo, estable **

“Suficiente”, pensó y miró con aceptación el cargador de su Rocket. Se inyectó el software de adrenalina y entró al túnel corriendo.

Coloso al acecho
La mole metálica de dos metros emergió imponente del oscuro túnel. Habían rastros de lucha en la verde explanada. Marcas de explosiones y pequeñas llamas adornaban los árboles pétreos y viejas chatarras que estaban desparramadas por el paisaje. Por un segundo todo se inundó de un silencio sepulcral lo que permitió a los sensores del Coloso detectar el camino de huída del gestor del pequeño desastre en esa zona. El macizo mecánico giró su cabeza botando un poco de polvo de óxido sobre sus hombros, ajustó su Rocket quitándole el seguro y enfiló a la derecha como un depredador que persigue a su presa.

Un poco más adelante Negoman corría sin detenerse. Sabía que era perseguido. Podía escuchar pisadas de acero acercarse cada vez más rápido. Había salido victorioso en su último enfrentamiento, pero no estaba en condiciones de luchar en este momento. Necesitaba un momento para aplicarse el pack de medicina en el hombro izquierdo en el cual había sufrido una grave quemadura producto de un shock eléctrico. Le gustaba el combate, pero no era un imbécil. Había aprendido que hay momentos de luchar y otros de recuperarse. Divisó claramente su oportunidad. Corrió hacía el borde de una colina y utilizó un trampolín de plasma para elevarse cerca de 25 metros. Desde las alturas vio a su perseguidor y todo el paisaje de la arena de combate. Negoman sonrió. Su entrenamiento de soldado en las más exigentes escuelas de guerra lo habían convencido que ningún montón de hojalata podrían vencer a una mente humana por más que existieran desventajas físicas. Con gran habilidad el moreno soldado se ajustó los lentes oscuros, giró en el aire esquivando con gran habilidad el par de rockets que desde hace un momento venían en tirabuzón hacia él y despareció del mapa en medio del humo producido por la tremenda explosión.

Coloso vociferó un par de insultos binarios y se disponía a saltar sobre el trampolín de plasma cuando sus sensores de emergencia le indicaron la masa de energía que venía en dirección a él. Un tercer luchador se había unido a la fiesta. Coloso esquivó por poco la masa de energía y perfiló dos cohetes hacia la misma dirección. La delgada figura femenina haciendo piruetas para esquivar los misiles le era conocida. El metamorfo conocido como Palemon solía tomar identidades femeninas para hacer uso de esas habilidades, así que Coloso ya no se fiaba de su delicada apariencia cuando se encontraban en la arena de combate. El maldito era de temer ya que, a diferencia de él, no le era fácil mover los 400 kilogramos de su estructura metálica. Estaba obligado a ser certero y aplastador si quería salir con todas sus piezas de este enfrentamiento.

La gran distancia que los separaba no le favorecía a su arma preferida, así que cambió rápidamente al arma eléctrica, más lenta pero más precisa cuando el objetivo está a distancia. Coloso rodeó un árbol y por el otro lado apuntó y disparó a Palemon que con prácticas evasivas logra esquivar el primer rayo mientras apunta con su arma de choque. La bola de plasma es lanzada con la intención de hacerla estallar en las barbas del robot cuando de pronto el metamorfo se vio bajo una lluvia de rockets. Desde el cielo Negoman caía disparando toda la carga de su lanzador. Dos cohetes dan en el blanco dejando a Palemon fuera de foco y con tan solo un haz de energía. Coloso inmediatamente comenzó su carrera hacia la acción disparando una serie de cargas eléctricas buscando destino entre la confusión. Palemon huía malherido por un bunker mecánico y Negoman le seguía las huellas para intentar darle el golpe de gracia.

El bunker era un laberinto en el cual Palemon encontró el suficiente asilo como para aplicarse un pack médico en sus heridas. Negoman recorría los pasillos sigiloso con la enlazadora en alto listo para freír al primero que se le atravesara. Maldecía para sus adentros por haber perdido la oportunidad de eliminar al peligroso Palemon. Coloso detrás se inyectaba el software reconstructivo y empuñaba firmemente el cañón antiaéreo en busca de cualquier sombra que se moviera, cosa que sucedió antes de lo esperado. El rayo de plasma verde se le vino encima calentando sus circuitos y engranajes mecánicos mientras desesperadamente trataba de alejarse del alcance de la mortífera arma. Coloso deja caer un par de minas cuyo tridente mecánico explota a los pies de Negoman, dejándolo muy mal herido. En un último intento Negoman se lanza suicida contra el gigante de acero quién no le quita la mira de encima y termina el encuentro con certero disparo en la cabeza. El alma virtual de Negoman vuelve al servidor central quién lo materializará en algún otro sitio de la arena. Coloso por su parte se alista para recibir a Palemon que seguramente ya ha escuchado el tiroteo.

El oxidado robot escupe aceite en su lanzadera en señal de afecto y parte en búsqueda de su siguiente víctima hundiéndose en las profundidades del laberinto. Más abajo, en un amplio salón se encontró con una batalla. Dos habilidosas siluetas femeninas luchaban a rocketazo limpio haciendo gala de una destreza inigualable y no perdiéndose la pista. Se rodeaban, disparaban y saltaban en un arduo combate que solo una ganaría. Coloso baja en medio del tiroteo en el cual Palemon caía derrotado después de un último y certero disparo de la misteriosa silueta. El robot atraviesa el holograma del alma virtual de Palemon en dirección a la mujer. “Lo que me faltaba” –procesa el robot, “otro metamorfo”. Stravaganzza por fin ha llegado.

_"Demasiado tarde" –articula digitalmente el gigante mecánico con un gesto de su arma. _"El tiempo se ha acabado".


**FIN DEL ENCUENTRO**

**COLOSO HA GANADO LA PARTIDA**

2 comentarios:

Marcelo TM dijo...

Los ademanes burlescos que me enseñó Stravaganzza los dejo para el próximo tarreo, je je.
;-)

MartMad dijo...

Extraordinario relato de nuestras míticas batallas virtuales. Ojala sirva de incentivo para que nuevos luchadores, de alma brava e indomable tras el teclado, se sumen a estas sesiones dobles que por un lado significan adrenalina, acción, destreza y muerte y por el otro compañerismo, copete buena onda y camadarería.